lunes, 23 de noviembre de 2015

El teatro de 1900 a 1936


Este periodo histórico, muy convulso desde el punto de vista político y social, en el que 

se vivió el final de la denominada Restauración, la dictadura de Primo de Rivera, la Segunda 

República y que terminó trágicamente con la Guerra Civil, es también uno de los más 

fructíferos de nuestras letras, hasta el punto que se suele aludir a él como la “Edad de Plata”. 

Ello es sin duda así en la novela y en la poesía, pero el teatro no vivió un esplendor igual. La 

crítica coincide en señalar que frente a la vitalidad del género en cuanto a cantidad y 

variedad, la calidad fue más bien escasa. 

Se suele indicar la existencia de dos grandes formas de teatro. Por un lado el que 

triunfaba en los escenarios: repetitivo, convencional, nada arriesgado, acrítico, dirigido a un 

público burgués que no estaba dispuesto a escuchar conflictos demasiado desagradables. 

Frente a él, hubo un teatro innovador, de calidad y transgresor, pero que no encontró más 

lugar de representación que las salas minoritarias y el rechazo del gran público.

Al primero pertenece Jacinto Benavente, el mejor representante de la comedia burguesa: 

dramas bien construidos, de diálogos ágiles pero sin conflictos de verdadera tensión. Pese al 

éxito que cosechó, hoy apenas se recuerdan de él piezas como “Los intereses creados” y “La malquerida”.
Este periodo histórico, muy convulso desde el punto de vista político y social, en el que 

se vivió el final de la denominada Restauración, la dictadura de Primo de Rivera, la Segunda 

República y que terminó trágicamente con la Guerra Civil, es también uno de los más 

fructíferos de nuestras letras, hasta el punto que se suele aludir a él como la “Edad de Plata”. 

Ello es sin duda así en la novela y en la poesía, pero el teatro no vivió un esplendor igual. La 

crítica coincide en señalar que frente a la vitalidad del género en cuanto a cantidad y 

variedad, la calidad fue más bien escasa. 

Se suele indicar la existencia de dos grandes formas de teatro. Por un lado el que 

triunfaba en los escenarios: repetitivo, convencional, nada arriesgado, acrítico, dirigido a un 

público burgués que no estaba dispuesto a escuchar conflictos demasiado desagradables. 

Frente a él, hubo un teatro innovador, de calidad y transgresor, pero que no encontró más 

lugar de representación que las salas minoritarias y el rechazo del gran público.

Al primero pertenece Jacinto Benavente, el mejor representante de la comedia burguesa: 

dramas bien construidos, de diálogos ágiles pero sin conflictos de verdadera tensión. Pese al 

éxito que cosechó, hoy apenas se recuerdan de él piezas como “Los intereses creados” y “La 

malquerida”.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario