La novela española del 39 al 80.
Tendencias, autores y obras principales
Las décadas de los 40 y 50 en España coinciden con la denominada “posguerra”,
una época durísima no solo desde el punto de vista económico, sino también cultural.
Paradójicamente, tras la derrota del eje fascista en la 2ª Guerra Mundial, el Franquismo
no es arrastrado por ella sino que se convierte en aliado anticomunista de Estados
Unidos en la guerra fría, lo que perpetuará el sistema. El panorama cultural era más bien
desértico, dado que gran parte de la intelectualidad se había visto obligada a exiliarse y
que la censura que imponía la Iglesia y el gobierno eran severas. No obstante, desde los
férreos años 40 hasta los 60 se ve una progresiva apertura que permitirá la expresión
más o menos crítica de sucesivas generaciones de autores.
A partir de los años 50 va a surgir una nueva generación de narradores, denominada
“Generación del medio siglo”, “de los 50” o de “los niños de la guerra”, que se sienten
algo más libres para expresar cierta crítica sobre la realidad social. Con una estética
realista, influidos por la “nouveau roman” francesa y el conductismo norteamericano,
van a dar lugar a los que se llamó el “realismo social”. Serán novelas donde el narrador
desaparece y cede su papel a los personajes. De tramas intrascendentes, pero
concentradas en el tiempo, su intención crítica se resume en poner el foco, como lo
haría una cámara, en realidades marcadamente injustas. Aunque difíciles de distinguir
en la práctica, se suele hablar de dos corrientes dentro de esta escuela. Una primera sería
el objetivismo (también neorrealismo), de la que “El Jarama”, de Rafael Sanchez
Ferlosio sería el mejor exponente. En ella asistimos a la fragmentaria recreación de una
merienda en el río de un grupo de jóvenes. Lo trivial de sus conversaciones emerge
como crítica a la adormecida sociedad española que 20 años antes había luchado
ferozmente en esas mismas orillas. Otros títulos importantes son “Tormenta de verano”,
de Juan García Hortelano, “Entre visillos”, de Carmen Martín Gaite o los cuentos de
Ignacio Aldecoa. La otra versión de realismo social, el llamado “realismo crítico”,
ofrece una expresión más cruda de la realidad.
Quizá por su carácter proteico, por servir de cauce a la expresión de la épica
cotidiana del hombre actual, la novela se ha convertido en el objeto de consumo
dominante de la literatura hoy en día. En esta segunda mitad del siglo XX hemos
asistido a un viaje desde el realismo a la experimentación para volver a un realismo
distinto, menos crítico y más íntimo, que ha enriquecido sin duda al género. Por calidad
y cantidad de autores y obras, podemos afirmar que estamos en un momento de mucha
vitalidad y de él debemos disfrutar.